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jueves, diciembre 05, 2024

Verónica Lynn: un tesoro en Camagüey

Camagüey ya se va despidiendo del Festival Nacional de Teatro. Si tuviéramos que elegir una imagen que lo contenga todo, sin lugar a dudas es la presencia luminosa de Verónica Lynn. A sus 93 años, la actriz, que encarna la memoria viva del teatro cubano, se convirtió en el centro de todas las miradas, no solo por su talento indiscutible, sino por su vitalidad que desafía el tiempo.

El escenario del Centro Cultural José Luis Tasende cobró vida con la comedia del absurdo Frijoles colorados, en la que Lynn compartió escena con Jorge Luis de Cabo. La obra, una sátira hilarante y conmovedora sobre dos ancianos que defienden su casa de una rata imaginaria, se transformó en un espejo de la resistencia y la lucha cotidiana. Verónica, siempre ágil y en movimiento, desbordó energía: cargaba una mesa, manipulaba un baúl, se sentaba en el suelo y volvía a levantarse con la facilidad de alguien con la fuerza de la juventud, pero con la sabiduría que dan siete décadas de trayectoria.

El dramaturgo Norge Espinosa, al reconocer su legado, expresó con emoción: “Apláudanla y quiéranla mucho porque ella es un tesoro nacional”. Y así fue.

Al finalizar la segunda función, Lynn compartió sus reflexiones con la prensa: “Estoy muy contenta porque estoy notando que en el teatro se está retomando la comedia, que hace tanta falta. La comedia es muy importante, para decir cosas sin necesidad de ser explícito, sino dejar que el público se ría y piense. Sabemos que el pasado no es mejor, pero es nuestro pasado. Tiene partes importantes de nuestra formación y muy buenos momentos para recordar”.

Sobre su longevidad y energía, reflexionó: “Mis 93 años… Yo quisiera cumplir un poquito de años más, pero siempre con esta energía. Cuando yo pierda energía para pararme arriba de un escenario, para representar un personaje, ya no me interesa. Creo que ya cumplí, y como dice Martí, ‘la muerte no existe para el hombre que ha cumplido la acción de la vida’”.

El evento ocupa un lugar especial en su corazón: “El Festival de Camagüey para mí es importantísimo. Siempre me da una alegría enorme, además que se mantenga. Si me pones el Festival Internacional de La Habana comparado con el de Camagüey, yo priorizo este. Es legendario. Aquí viene lo mejor, se hace una selección de lo mejor, entonces tengo el orgullo de que esta vez seleccionaron una cosa mía”.

También expresó su admiración por las nuevas generaciones: “Ya en Cuba, todos los medios: la radio, el cine, la televisión, el teatro, están en los hombros de la gente joven. Será el futuro, es el futuro, y se avecina porque lo vemos, se visualiza, gente con mucha potencialidad de grandes artistas”.

La presencia de Verónica Lynn fue más que una actuación: fue un recordatorio de la fuerza transformadora del teatro y del poder del arte para mantener viva la memoria y la identidad de un pueblo. En cada aplauso y en cada sonrisa provocada por su interpretación, Camagüey rindió homenaje a una mujer que, a los 93 años, sigue siendo el alma de las tablas.

El Festival, como ella misma afirmó, es una tradición que no debe perderse. Mientras existan artistas como Verónica, que encarnan la resistencia y la pasión por el arte, el teatro cubano seguirá brillando con luz propia, como un faro en medio de cualquier adversidad.

Por Yanetsy León González/Adelante 

Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante