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martes, abril 16, 2024

Resurrecciones

Desde el mes de junio, el artista Nazario Salazar Martínez ha esparcido esencias de la intimidad de su hogar en la Galería Confluencias, del Proyecto Caguayo, filial Camagüey. Hasta ese espacio, ha trasladado el aroma de sus obras, recuerdos y aspiraciones. Ha trasladado, ante el público, los procesos creativos y motivaciones que lo han encauzado por un estilo reconocible, como huella digital, en cualquiera de sus múltiples facetas.

Un retablo de vida se tiende por todo el salón. Fotos personales, dibujos y piezas, se confabulan en un orden lógico para destacar el carácter autobiográfico e imponer el relato coherente a Continuo Renacer, como se nombra la exposición. Una rápida mirada nos advierte la habilidades del creador para desechar ataduras. Las evade, como Haudini con sus cadenas, mientras se transforma en el óleo, el lápiz, la celulosa y, en su material predilecto, el barro.

La capacidad de desdoblarse, sumergirse y surfear a gusto por varias manifestaciones, se impone al simple coqueteo. En su quehacer no hay pretensiones de Casanova. No hay vestigios de picaflor. Sí de hombre enamorado. Libre. La perseverancia lo convirtió en el dueño de una técnica depurada. Le otorgó el trazo sensible y el movimiento que delinea el alma de cada fabricación.

Hay una búsqueda constante de la elegancia en el oficio de Nazario. La elegancia como forma de interpretar el mundo que lo circunda. Pone las manos en la cerámica y modela un campo de girasoles que ondulan al soplo del viento. Los mezcla con soltura entre líneas rectas, curvas y la especialidad del artista: el calado minucioso. Con él construye vacíos por los que se pueden colar, lo mismo los rayos del sol o la visión absorta del espectador.

Con la paciencia de un orfebre convierte el objeto utilitario en decorativo. El quemado del barro a la justa temperatura, la suave aplicación de los colores sobre el engobe capturan la frescura de la naturaleza, transmiten el olor a campo, la sensación de amanecer en una pradera… la maestría para atrapar sentimientos y conseguir el dinamismo sempiterno no ha sido cuestión de coser y cantar. Así como el universo se gestó con un Big Bang, los 62 años de carrera artística de Nazario también tuvieron sus inicios.

Al fondo, en un extremo de la galería, está situado una mesa de trabajo. Pareciera como si el artista hubiera recién abandonado momentáneamente su asiento para tomar un break, mientras le viene la inspiración. En la superficie del mueble, reposan tres dibujos que rememoran las aptitudes como diseñador de Salazar Martínez, cuatro diccionarios de arte, una lámpara de mesa, un pisapapeles y la foto que comparten Ricardo Andrés Salazar Ceballos y Ángela Herminia Martínez Ceballos, sus padres.

Del genio paterno heredó la curiosidad por los pinceles, por el detalle cabal y recibió la energía necesaria para despegar como hacedor artístico. Un ejemplo de ello fue cuando incentivó al niño a matricular, juntos, en la Escuela Provincial de Artes Plásticas José Martí. De la madre absorbió la exactitud para el bordado y el cariño por las plantas, protagonistas de la estructura visual-formal en su cerámica y cuadros.

La abstracción es una vertiente que abunda en la pintura de Nazario, quien la define como un “devenir” dentro de su profesión. En la galería cuelgan algunas de esas creaciones compuestas por paisajes donde predominan, a veces la geometría, el orden y el empleo de imágenes concéntricas y, en otras, el caos que parte de una telaraña de volutas, de espirales y de tejidos. La imaginación danza frente a un fondo opaco de tonalidades sepias, claras o rojizas, entre estampas boscosas y seres espectrales, como armazones óseas.

Enriquecen la exposición un grupo de instantáneas tomadas durante el acto de confección de sus vasijas. También posa con la obra concluida, en roce filial. Su look, de pelo rizado, parecido al de Jeff Lynne, cantante de la banda de rock sinfónico y progresivo, Electric Light Orchestra, ha sido una marca de agua, un talismán al que no ha renunciado. Las fotos abarcan el comienzo y la mitad de la década del ‘70, fecha al que pertenece el despliegue creativo mostrado en Confluencias, integrado a la III Bienal de Diseño de La Habana.

Nazario, fundador del Proyecto de Arte Miniaturista Colibrí, maestro e inspiración de incontables generaciones de artistas, no pasa por alto su incursión en el cartelismo y en la fotografía manipulada. Con el lente como testigo, ha ponderado el espíritu del más universal de los cubanos y, por transitividad, ha saciado su sed de explorar la belleza y la verdad, a través de nuevos conceptos y lenguajes.

Continuo Renacer es una oportunidad para conocer el antes y el después, las señales ofrendadas tanto por la tierra como por el cielo, las emociones del taller y del hogar, de percibir la nostalgia envuelta bajo una pátina de incesante retorno, de fluctuaciones y gráciles contornos que determinaron el florecimiento de un hombre. De vislumbrar la influencia asiática, griega, románica… y de su Camagüey. De la introspección que lentamente evoluciona, a la resurrección, desde la visión de su público hacia él y hacia sí mismo.

Por Yang Fernández Madruga/Adelante

Foto: Cortesía de Laura María Hevia Genaro