Regina Balaguer: Vida y ballet
Imaginemos a una niña que, a los seis años, comienza en una escuela de ballet. Estudiar danza significa dejar atrás muchos momentos de la infancia que otros niños disfrutan. Años más tarde, como adolescente becada, estará lejos de su familia. Luego, la vida profesional comenzará en una ciudad distante del hogar, donde deberá aprender a valerse por sí misma. ¿Cuánto de todo eso contribuye a la formación de su carácter, a la construcción de una mujer fuerte y decidida? Hablamos de Regina Balaguer, la directora del Ballet de Camagüey (BC).
Este viernes, invitada por la Asociación Hermanos Saíz, llegó a la Academia de las Artes Vicentina de la Torre para conversar con alumnos de diferentes niveles. Quizás alguno de ellos, sin saberlo, esté viendo en ella a su futura directora. Regina es mucho más que una bailarina o una funcionaria: es una persona que ha forjado su vida con esfuerzo y sacrificio, y que ahora comparte las claves de lo que siempre ha querido ser.
Tiene una trayectoria de más de 45 años dedicados por completo a la danza. A lo largo de este tiempo, ha enfrentado grandes desafíos, desde lesiones físicas hasta la responsabilidad de dirigir una compañía en tiempos de dificultades materiales y limitaciones. Por ese motivo recibe la dedicatoria en la provincia de la Jornada de la Cultura Cubana.
Después de llegar al BC para cumplir su servicio social, Regina nunca imaginó que terminaría dirigiendo la compañía, y mucho menos durante 27 años. Lo que comenzó como una dirección temporal de seis meses se transformó en un desafío permanente, marcado por la herencia de gigantes como Fernando Alonso y Jorge Vede. Sustituir a maestros de ese calibre no fue tarea fácil. Sin embargo, como insiste, la colectividad del BC ha sido clave para sostener su trabajo, un colectivo que ella misma describe como cohesionado y unido, algo esencial para mantener el nivel de la compañía a pesar de las dificultades.
Aunque el optimismo siempre acompaña a su discurso como directora, Regina Balaguer no teme señalar los problemas que enfrentan tanto la enseñanza del ballet como el desempeño profesional de los bailarines en Cuba. En sus reflexiones, resalta las serias dificultades que se están viviendo tras la pandemia de COVID-19, en lo que respecta a la formación de nuevos bailarines.
“Una carrera como esta no puede estar alejada del salón de clases ni de la vinculación directa del maestro con el alumno”, menciona, criticando la idea de que se pueda aprender ballet a través de clases virtuales o teleclases.
Según Regina, la enseñanza del ballet necesita una base sólida y presencial, donde la guía del maestro es esencial para formar técnica y disciplina. La pandemia, lamentablemente, ha dejado a muchos estudiantes con lagunas que, en su opinión, serán difíciles de superar.
Regina también es muy crítica respecto a la metodología que se está utilizando en la enseñanza de la actuación dentro del ballet. Señala que “la actuación en el ballet no puede ser la misma que la del actor”, y que eso está generando deficiencias en la interpretación escénica. Para ella, el arte del ballet es una mezcla entre la técnica perfecta y la proyección emocional, y los bailarines deben ser tanto atletas como artistas.
Otro tema sobre el que Regina es franca es la carencia de recursos materiales necesarios para la formación de los estudiantes. Aunque el Estado cubano continúa sosteniendo la gratuidad de la enseñanza artística, Balaguer reflexiona sobre cómo esto puede llevar a una falta de conciencia entre los jóvenes sobre el verdadero costo del ballet. “Hay estudiantes que no tienen ni zapatillas de punta ni de media punta”, comenta, sugiriendo que quizá sería útil que los estudiantes pagaran un precio simbólico por algunos recursos. Esta medida, según ella, podría fomentar en los alumnos una mayor apreciación y cuidado de lo que reciben.
Pero su crítica no se detiene ahí. Balaguer menciona la necesidad de revisar los planes de estudio, no solo en la formación artística, sino también en la educación general. Propone incluir materias como Física, aplicada específicamente al ballet, para que los estudiantes comprendan mejor cómo funciona su cuerpo en movimiento. Este tipo de enfoque podría, según ella, mejorar el rendimiento técnico de los bailarines, entendiendo conceptos como la fuerza centrípeta y el equilibrio, elementos fundamentales en la ejecución de muchos pasos de ballet.
A pesar de las críticas y los desafíos, ella nunca ha dejado de soñar. Uno de sus logros más grandes fue cumplir un sueño que Fernando Alonso no pudo concretar: montar una versión completa y propia de El lago de los cisnes para el BC, algo que parecía imposible debido a las limitaciones materiales y de personal.
Pero Regina tiene otros sueños en proceso. Uno es ver al BC con un elenco mucho más numeroso, como cuando la compañía contaba con más de 100 bailarines. Hoy, con apenas 30, las posibilidades de montar grandes producciones se ven limitadas. Sueña con poder retomar clásicos como Coppelia, un ballet que, según ella, no solo exige a nivel técnico, sino también en la interpretación de personajes de carácter.
Además, otra de sus grandes aspiraciones es fomentar el desarrollo de coreógrafos dentro de la compañía, para que el repertorio se mantenga vivo. “El futuro del ballet no solo está en los bailarines, sino también en los coreógrafos”, dice. Para esto, ha incentivado la creación del concurso de coreografía e interpretación Fernando Alonso in memoriam, y cree que desde la escuela se debe motivar a los jóvenes a explorar su potencial creativo.
A lo largo de su vida profesional, Regina ha tenido que sacrificar mucho. Desde muy joven se adaptó a estar lejos de su familia, primero como estudiante becada y luego como directora en Camagüey. Hoy, sigue enfrentando esa distancia, especialmente ahora que su madre tiene 95 años.
Aunque ha tenido la suerte de no lidiar con problemas de peso, ha sufrido varias lesiones, algunas de las cuales la mantuvieron alejada del escenario durante meses. Pero su sentido de la responsabilidad siempre la impulsó a volver, aun cuando las circunstancias eran adversas. “Bailé con fiebre, con esguinces, porque aprendí que, si tienes un compromiso con tu compañía, con tus compañeros y, sobre todo, con el público, tienes que cumplir”, dice, reflejando su incansable disciplina.
Regina Balaguer ha mantenido a flote una compañía de ballet durante tiempos de escasez; es una mujer crítica, consciente de las deficiencias, y al mismo tiempo, profundamente comprometida con los sueños que el ballet cubano aún tiene por cumplir. Su trayectoria es una mezcla de rigor, pasión y sueños no cumplidos, pero siempre persiguiendo ese ideal de una compañía que pueda formar a grandes bailarines y coreógrafos.
Al final de este conversatorio, Regina deja claro que, aunque los retos son muchos, el amor por lo que hace sigue siendo su motor. Y aunque se ha enfrentado a críticas, dificultades y momentos de frustración, su fe en el futuro del ballet en Cuba permanece intacta, siempre guiada por un sentido de responsabilidad y de compromiso con el arte.
Fotos: Víctor Pando/ AHS