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sábado, abril 20, 2024

México y Guillén en una crónica

En cierta ocasión Nicolás Guillén calificó a la Ciudad de México como “una de las más bellas del mundo”. Esa urbe significó mucho para él porque notables momentos de su vida estuvieron marcados por la tierra azteca. Adelante revisita la relación de ambos, a propósito de los momentos que la Feria del Libro en Camagüey dedicará al distinguido cubano y al hermano país.

Quizá una de las experiencias más influyentes en el desarrollo posterior de Guillén fue la participación en el Congreso de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), celebrado en 1937. Por esa invitación salió por primera vez fuera de Cuba, y sin pasaporte, debido a las trabas del gobierno.

El investigador Humberto Rodríguez Manso en el libro México en Guillén (Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 2009) precisa que realizó nueve viajes a aquella capital, en la cual tuvo privilegios exclusivos como los encuentros con varios presidentes y el mérito de la más alta condecoración de la república, la Orden del Águila Azteca.

La cuarta visita ocurrió en noviembre de 1960, después de seis años ausente, como el propio Guillén indica en la entrada de su Crónica en México. Fue en representación oficial del gobierno cubano a la inauguración de la VIII Feria Mexicana del Libro, dedicada al Cincuentenario de la Revolución mexicana.

El texto publicado en el periódico Hoy reseña las impresiones de su llegada, en especial la gentileza de los funcionarios de Inmigración y Aduana, quienes en ese instante conforman el rostro de la urbe. Esta crónica puede consultarse en el cuarto tomo de Prosa de prisa (Ediciones UNIÓN, La Habana, 2007)

En el segundo momento de la crónica hace alusión directa a la ciudad, con pequeñas referencias al marco físico construido y natural, y con insistencia en la parte emotiva y espiritual, debido a los atractivos de la escena urbana:

“Ya en la ciudad, libre de la aduana y otros riesgos, discurriendo por las anchas avenidas arboladas, en las que el aire fino despeina con suavidad las ramas pensativas, la sensación que nos invadió fue la de que todo había ido perdiendo velocidad. Acostumbrados al ritmo cubano, que es el de una revolución recién desatada, nos hallábamos un poco fuera de centro en aquel remanso cívico, a donde llegaban amortiguados por medio siglo de distancia los sueños de Madero, las hazañas de Villa, los afanes agraristas de Zapata”, escribe Guillén.

El remanso cívico resulta un poco ajeno a su realidad cubana, donde las personas están inmersas en una efervescencia sin igual. Por eso le resulta contrastante cierta desidia popular en la Ciudad de México, donde tiene la sensación de hallarse un poco fuera de centro porque considera brillantes las fiestas conmemorativas de la caída de Porfirio y de sucesos posteriores:

“Sin embargo, nos parece que la gente de la calle se mantuvo alejada discretamente de la conmemoración oficial. Algo parecido a lo que antes del 31 de diciembre del 58 eran en Cuba las fiestas patrias, convertidas en ceremonias de almanaque, de acuerdo con un patrón convencional. Pese al resplandor de los desfiles y cortejos, el recuerdo de un Siqueiros, por ejemplo, de un Vallejo, de un Encina, hombres puros que están pudriéndose en la cárcel, ahogó no poco el posible regocijo popular”, señala Guillén.

Crónica en México es un texto muy sencillo, en el cual aparece la ciudad como sugerencia, simbolizada en el ánimo citadino y en el comportamiento de sus habitantes. A partir de ahí emerge la imagen urbana, escueta, y combinada con el mensaje político. Entonces la ciudad es el espacio de la frustración de los sueños y las luchas del pasado.

En una entrevista de Alaide Foppa, realizada en 1967, y citada por Rodríguez Manso en su estudio se cuenta que Guillén respondió: “Me causa cierta nostalgia lo desaparecido. Me cuesta volver a encontrar la ciudad que conocí (aunque he pasado alguna vez después): ya no existe en Donceles, el edificio donde estaba la LEAR… Pero la ciudad de México me impresiona vivamente: así, con su patrón todavía francés, su sello fuertemente europeo, es una de las ciudades más bellas del mundo”.

Por Yanetsy León González/Adelante