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martes, abril 23, 2024

Las cuatro palmas

Era el 12 de agosto de 1851. Ya no se precisaba silencio. Habían cesado el redoble de los tambores y la descarga de fusilería que segara la vida, en la Sabana de Beatriz Méndez, a Joaquín de Agüero y tres de sus compañeros de armas.

Ellos, junto a otros hombres, se habían declarado en rebeldía contra España el 4 de julio de 1851. Y habían firmado una Declaración de Independencia, la primera aprobada en los campos de Cuba libre, en San Francisco de Jucaral.

Las familias distinguidas cerraron sus casas en la ciudad y se retiraron a las fincas. Se suspendieron todas las fiestas sociales y privadas en señal de recogimiento. Y las mujeres se cortaron sus abundantes cabelleras en demostración de luto y protesta, luego de circular una cuarteta conminatoria: Aquella camagüeyana que no se cortase el pelo, no es digna que en nuestro suelo la miremos como hermana.

Era necesario perpetuar la memoria de los mártires… Dos años después, cuatro robustas palmas reales se erguían en la antigua Plaza de Armas. ¡Ya los mártires tenían su monumento!. Con el pretexto de embellecer la plaza, y con la venia del municipio, se habían traído y plantado las palmas en los cuatro cuarteles en que se dividía aquella. La palma que estaba frente a la Sociedad Filarmónica (hoy Biblioteca Provincial), representaba a Joaquín de Agüero; la que estaba junto a la torre de la Parroquial Mayor, en recuerdo a Fernando de Zayas; la de la sacristía del templo, a Miguel Benavides; y la restante a Tomás Betancourt.

Al estallar la guerra en 1868, trascendió el simbolismo de las cuatro palmas y no faltaron los intentos de los integristas para derribarlas.

El visitante del actual Parque Agramonte verá junto a la estatua de Agramonte -y a la tarja que en la base de este monumento recuerda a Francisco (Frasquito) Agüero, primer mártir de nuestra independencia, ahorcado en 1826- cuatro palmas que hicieron exclamar a la insigne patriota Domitila García de Coronado: «[…] las palmas que se elevan enhiestas, y sus penachos parecen la cimera del casco de un gigante guerrero. ¡Árbol bello, símbolo del martirio, de la victoria […]; que la nueva generación cubana a tu sombra libre y feliz eternamente sea!».

Tomado de Internet.