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lunes, mayo 06, 2024

¿Impreso o digital? Cuestión de preferencias

La 32 Feria Internacional del Libro llegó a Camagüey con la invitación anual al disfrute de la literatura. Su sede principal en el Casino Campestre abrió sus puertas este miércoles y ya se extiende por la ciudad a espacios comunitarios y escolares. Dentro de las actividades presenta un programa dedicado al libro digital, en el Complejo Audiovisual Nuevo Mundo.

Los libros electrónicos o ecolibros son para algunos una comodidad al alcance de la pantalla, y para otros, un disparate que acaba con el aroma exquisito de las páginas. Los lectores tradicionales, acostumbrados a esa cercana relación con el papel que establecieron quizá desde niños, no aceptan del todo la intromisión de las nuevas tecnologías y la digitalización en este campo. Para ellos su más grande sueño es tener una biblioteca personal tan amplia como la de Gabriel García Márquez, el Gabo, o la de Jorge Luis Borges.

Por otro lado, están aquellos nativos digitales que enquistaron las pantallas de teléfonos móviles, portátiles y readers a su propio organismo. Estos comprenden la necesidad de la creación y la distribución de las ediciones digitales, pero de cierto modo también intentan mantenerse al margen del libro clásico.

Aunque avance esta alternativa electrónica, autores, lectores y muchas editoriales continúan pensando en papel. Asimismo, la ineficiente racionalización del uso de los recursos digitales limitan los ciberlibros a escasos pdf con títulos poco atractivos para los consumidores infantiles y juveniles.

No es solo cuestión de conservadurismo, tampoco existe una industria que lo favorezca a gran escala. El incesante cambio de formato al que está sometido el libro digital, a diferencia del impreso, en consecuencia de la inestable revolución tecnológica no asegura para este una vida perdurable.

Sin embargo, lo cierto es que en sus distintos modelos: pdf, epub, mobi, rtf, entre otros; facilitan la consulta de bibliografía sin importar el lugar, permiten llevar “la biblioteca” a todas partes y adaptar el texto según las exigencias visuales de cada lector. Resulta una opción más asequible, económica y amigable con el medio ambiente, mientras el tradicional libro impreso sigue dependiendo en su mayoría de la tala de bosques para la fabricación del papel.

La amarga y triste realidad es que los libros tradicionales, si bien codiciados por todos, se agotan de los estantes locales y producto de la crisis económica no vuelven a ser reimpresos de forma frecuente. El ejemplar se estanca en el mismo territorio de la editorial que lo publicó y se dificulta la distribución interprovincial de las obras. Tal es el punto que muchos autores ganan becas de creación fuera de la provincia y no pueden ver impreso el resultado de su esfuerzo en las librerías que lo circundan.

Por hechos como estos utilizar los recursos tecnológicos existentes para crear y divulgar la lectura se vuelve una necesidad imperante. Desde los ebooks hasta los audiolibros casi inexistentes en el repertorio nacional, los lectores merecen tener el conocimiento al alcance de sus manos y la opción de elegir impreso o digital.

Por María Félix García Posada y Lenisbel Iracema Espinosa Pacheco /Estudiantes de Periodismo

Foto: María Félix García Posada