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martes, abril 16, 2024

El templo de La Merced

Se cuenta que donde está hoy la Plaza de los Trabajadores había hace siglos una laguna. Un día, a inicios del siglo XVII, comenzaron a oírse gritos y llantos entre los matorrales de la orilla.

Junto a aquellos, se escuchaban crujidos de árboles que caían atacados a hachazos.Los vecinos de la villa no osaban acercarse. Pasaron los días y se vio emerger entre los arbustos una iglesia blanquísima, y en la puerta un sacerdote con una cruz en la mano. Había surgido el templo de La Merced.

Pasó el tiempo, se secó la laguna y creció la villa. Era el siglo XVIII.

Un día se detuvo un maestro de obras. Iba hacia Santiago de Cuba a construir un templo. En sus acémilas traía planos y atuendos. En el Príncipe lo invitaron a que hiciera realidad su proyecto. El antiguo templo de La Merced, de embarrado y cal blanqueada, resultaba poco para los ya ricos y orgullosos vecinos.

No se sabe si a gusto u obligado, pero se quedó. En poco tiempo edificó un nuevo templo. Era tan hermoso que sacerdotes y vecinos homenajearon al arquitecto con un banquete.

Cuando la alegría estaba en su apogeo requirieron al alarife en la puerta de la iglesia. El buen hombre acudió al llamado. Jamás regresó…

Unos dijeron que se lo había tragado la tierra. Otros, que el diablo se lo había llevado para que no hiciera otro templo igual. Los terceros, que había sido emparedado por el diablo —la maldad— en contubernio con la tierra y la cal.

Autor: Héctor Juárez Figueredo