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jueves, abril 25, 2024

El artista que habita en Alejandro

Los corceles esperan impacientes para iniciar el galope y los camellos aguardan quizá por el momento indicado para emprender la travesía por lejanos parajes de míticas leyendas. Sus ojos son vívidos, y escapar en ellos es transportarse a otras latitudes a donde solo se puede llegar cuando se es artista.

Sí, porque estos corceles y estos camellos tienen dueño, aunque Alejandro se empeñe en decir que es tan solo el creador y aunque me muestre en su taller cómo esculpe el barro con la maestría de quien tiene alma de ceramista y escultor, porque el talento no conoce de edades y sus 19 años solo son reflejo de su juventud física.

Para quienes se preguntan quién es capaz de infundir vida tomando como únicas herramientas los cinceles y la imaginación dice que su pasión comenzó siendo niño, pues según recuerda su mamá Yamila “con lo único que Alitico se estaba tranquilo era moldeando figuras en plastilina”. Luego con 10 años se acercó al taller de Ana Elia Gutiérrez y más tarde fue perfeccionando su estilo y sus conocimientos con Ángel Blanco Miralles, Bebo, que fue reconocido por la cerámica artística en los animales y “a quien tengo mucho que agradecer y de quien —explica— conservo todas sus enseñanzas y su amistad”.

“Representar el mundo de los animales para mí es un reto, pues considero que la expresión de cada uno se hace difícil en comparación con la figura humana. Y lograr que la figura humana quede en todo su esplendor está en la expresividad de los ojos”. De los animales le gusta representar su musculatura, y dentro de la fauna prefiere los animales cubanos y esa cubanía que hay en ellos.

Sin embargo, confiesa que de “los animales de otras geografías le gusta representar el camello por su elegancia”, y que además representa parte del arte sacro, “otro desafío en el momento de esculpir los ropajes y sus pliegues”.

La inspiración la halla en una foto, en una noticia, en una película, desandando las calles camagüeyanas, aunque reconoce que esa inspiración lo encuentra siempre en pleno proceso creativo. “Es una chispa que siempre está allí, en la mente, y hasta que no me siento a trabajarlo no puedo estar tranquilo”. Alitico, como cariñosamente lo llama su familia, no puede demorar ese proceso de creación, es de los que empieza y no descansa hasta terminar la obra.

Dicen que el apoyo familiar es esencial para un artista y Alejandro González Sánchez así lo confirma. “Gracias a mi familia y amistades he logrado llegar hasta aquí, pues me ayudan mucho desde lo emocional, y a ellos debo haber logrado las condiciones de un taller para poder hacer mis creaciones.”

Y es que este artista no deja de sorprender. Sus primeras exposiciones las realizó a los 11 años en un proyecto infantil que organizó la artista Ana Elia llamado “Solo el amor”, para la cual hizo tres piezas. Más tarde sus creaciones formaron parte del catálogo de la Bienal Cara más Cara en la ACAA, donde obtuvo una mención con solo 12 años. Otras expos fueron en la Casa de la Diversidad Cultural durante El Año Lunar Chino, y Tiempo de Alejandro. Mayo lo atrapa en plena organización de otra expo: La maternidad en los animales.

Cuando la cerámica y la escultura no absorben todo su tiempo Alejandro disfruta de la arquitectura y sus detalles, y del béisbol, aunque confiesa que son las artes pláticas una suerte de deporte para él, pues dedica horas y esfuerzo a transformar el barro en obra artística.

Y no puedo entonces retener ni mente cuando siente los acordes de la guitarra de Silvio Rodríguez mientras canta que “solo el amor alumbra lo que perdura”, que “solo el amor engendra la maravilla”, pues Alitico ama lo que hace y eso se aprecia cuando vuelvo el rostro y veo que allí, corceles y camellos, emprenden el viaje y hay un alma que habla a través de sus ojos.

Por Damaris Hernández Marí/ Colaboradora

Foto: Cortesía del artista